Muchos de nosotros conocemos a personas que viven quejándose de lo que les pasa, de lo que les toca vivir, de dolencias físicas o emocionales, de "esto" o de lo "otro". ¡Siempre hay algo de qué quejarse! Suelen tener un aire apesadumbrado, triste o de constante enojo.
Ante cualquier intento de ayuda, la persona quejosa tiene respuestas para cada una de las propuestas que se le brindan, ya sea descalificando o justificando su malestar/ queja. El sentimiento de impotencia por parte del que quiere ayudar es grande, hasta que se cansa y apela a conocidas frases, como:
"Querer es poder"
"Fíjate en tus elecciones; siempre te pasa lo mismo"
"A tí te gusta estar mal"
"Estás mal porque quieres; ¡con lo que tienes para ser feliz!"
La persona que vive instalada en la queja, no la pasa bien, pues aunque desee llamar la atención y obtener cierta dosis de compasión, realmente se "cree" lo que dice y su mirada hacia su vida está restringida, sin percibir y sentir cuánto de positivo existe en su mundo.
El quejoso se acostumbra a vivir en malestar, convirtiéndose la queja en un lugar cómodo y seguro. Por eso es que es tan difícil sacar a esta persona de la queja, que vea salidas de resolución y valorice lo mucho bueno que tiene (en salud, afectos, trabajo, etc). Todo impulso para que cambie a una actitud positiva, se torna estéril.
Cuesta pensar que se está cómodo en la queja, mas el gran beneficio es la seguridad; para salir de la misma he de cambiar algo, he de empezar a actuar, a hacer cosas diferentes. ¡Y da miedo! Todo cambio implica transitar una zona desconocida y por ende incierta e insegura.
En cambio permanecer en el malestar de la queja, permite moverse en terreno conocido, donde ya se sabe qué depara el día, qué se puede esperar de la vida y de la gente. ¡No hay sorpresas! Hay un convencimiento de que haga lo que haga, nada cambia. Entonces, ¿para qué exponerse a mayores dolores o decepciones?
Precisamente el problema de esta visión del mundo es que ubican afuera el cambio en sus vidas, sin darse cuenta que solamente cuando cambiamos nosotros mismos es que vamos generando un cambio en nuestro entorno, en nuestras relaciones, en nuestra propia calidad de vida. Implica convertirnos en protagonistas y hacedores de cuánto nos pasa. Registrar qué tengo que ver yo, con cuánto me sucede y ahí podré darme cuenta de dónde he de empezar a generar otras respuestas.
Respetar la emoción del miedo que aparece frente al cambio, a lo nuevo, implica ir despacio, suave. De esta manera podremos dar pequeños pasos e ir ganando confianza en nosotros mismos, tomando una dosis de riesgo que sí podemos soportar. De esta forma también vamos registrando el efecto transformador positivo en nuestra nueva actitud.
La queja es cual lentes "sucios" con los que miramos a través de ellos la vida. Y solamente quien los lleva puestos es quien puede limpiarlos. Vale para que no se sientan mal ante la impotencia con personas quejosas del entorno, y vale para tener claridad de que si te pasa a tí: ¡sólo tú puedes limpiarlos!
Si quieres que algo cambie, haz algo al respecto.
Dra. Aída Bello Canto
Psicología y Gestalt
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