Cuando hablamos de la violencia y sus modos, el maltrato y como salir del dominio, hemos visto la dificultad existente en registrar emociones que desde el principio dan su aviso de que algo está atentando contra la integridad y la autoestima, mas paulatinamente dejamos de prestarles atención.
Cuánto más podemos dar cuenta de nuestras emociones, mayor claridad tendremos de nosotros mismos, qué nos pasa, ¿qué estoy necesitando? Vivenciar y permanecer en las muchas emociones que nos proporcionan bienestar, así como permanecer en las displacenteras para reconocer qué nos está pasando (adormecerlas, negarlas o taparlas nos auguran la postergación de problemas, incluso de índole físicos).
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No nos convertimos en un desborde de emociones, ni nos tornamos débiles y vulnerables, como varios que esconden o anestesian sus emociones temen (obviamente por experiencias pasadas y analfabetismo emocional, donde el miedo toma mayor dimensión), sino que:
- sentimos nuestras emociones con claridad, sin sentir que toman el control y nos invaden a pleno (recuerden que podemos sentir varias emociones al mismo tiempo);
- sentimos y pensamos al mismo tiempo, sin que ninguno de los dos tomen el control;
- sentimos y nos dejamos ser espontáneos, frescos, auténticos, sin negarnos a nosotros mismos lo que nos pasa;
- sentimos y aprendemos a comunicarnos con el mundo con respeto, cuidado y autenticidad.
Nuestras emociones nos cuidan, nos protegen e instrumentan. Tomarnos unos minutos al día para registrar cómo estamos, qué sentimos, es una fructífera inversión personal. Tú decides si usar o no tu brújula emocional.
¡Buen día para tí!
Dra. Aida Bello Canto
Psicología y Gestalt
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